Esta tarde mientras leía el evangelio de Juan, un pasaje resonó muy fuerte en mi corazón:
Juan 7:37 «En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.»
La fiesta de los tabernáculos se celebraba en Judea, una región donde querían matar a Jesús (lo sabemos en el principio del capítulo 7 de Juan). El simple hecho de ir a Judea a la fiesta mostraba que Cristo no se dejó intimidar por los fariseos que querían matarle.
A la mitad de la fiesta, Jesús estuvo enseñando públicamente en la sinagoga (Juan 7:14). Pero en el último día, el más importante (Juan lo llama «el gran día de la fiesta»), Jesús hizo dos cosas que se nos ha olvidado a la iglesia moderna: ponernos en pie y alzar nuestras voces.
Este mundo nunca podrá beber el agua de vida si nosotros no dejamos de calentar nuestras bancas en las iglesias. Ponernos en pie significa salir a las calles, dar la cara, no quedarnos solo en nuestros locales. Alzar la voz significa dejar de vivir un cristianismo silencioso y proclamar públicamente que Cristo es el único que quita la sed.
Cristo nos dio ejemplo en todo. No se dejó vencer por el temor o la vergüenza. Él sabía que entre la gente había personas que querían matarle, pero también sabía que había muchos sedientos que necesitaban beber de Él. En nuestras ciudades hay miles de sedientos que no saben que Cristo es el agua que quita la sed. Se que cuesta vencer nuestro temor… requiere morir a nuestra comodidad el ponernos de pie y alzar nuestras voces.. pero por amor a este mundo, por amor a los sedientos, no vivas en silencio calentando las sillas de tu iglesia local. Iglesia, te ruego que sigas el ejemplo de tu Rey, sal a las calles y levanta tu voz.