- Su obediencia radical, siempre dispuesto a hacer la voluntad de su Padre.
- Su amor desmedido por los olvidados, pobres y rechazados de la sociedad.
- Su sensibilidad espiritual y absouta dependencia del Espíritu Santo.
- Su humildad sin precedentes: no le importó despojarse de su gloria para venir a vivir como uno de nosotros.
- Su denuedo para denunciar y confrontar el pecado de forma directa, llamando a la gente al arrepentimiento.
- La paciencia que tuvo con sus discípulos: enseñándolos, amándolos y ejerciendo verdadero discipulado.
- Su compasión por la gente.
- Su manera tan radical de perdonar y amar a sus enemigos.
- Su vida de oración, ayuno e intimidad con Dios.
- Su anhelo por ver el reino de Dios establecido en la Tierra.
- Su forma de pensar tan diferente a la de los religiosos.
- Su pureza y santidad, en acto y pensamiento, completamente intachable.
- El respeto que mostró a las mujeres, dándoles dignidad en medio de una sociedad que las trataba como objeto.
- Su fe y vida sobrenatural: sanando enfermos, resucitando muertos y liberando endemoniados.
- Su manera de vencer las tentaciones: agarrándose a la palabra de Dios.
- La lealtad por sus amigos: amándolos hasta la muerte.
- Su manera tan real de revelarnos a Dios: con sus acciones, forma de hablar, vivir, pensar…
- Su desapego a lo material, incluso sin tener un lugar donde recostar su cabeza.
- Su amor por los niños.
- Su pasión por las almas perdidas que le llevó a ocupar nuestro lugar y morir por nosotros en la cruz.
Pregunta: ¿Qué es lo que más te asombra de Cristo?