La fama de Juan el Bautista se había divulgado por toda la región y los judíos querían saber quién era el hombre que estaba sacudiendo la consciencia de las personas con el mensaje de arrepentimiento; así que enviaron de Jerusalén sacerdotes y levitas para que le preguntasen.
Lo primero que hizo Juan el Bautista al verles fue decirles que él no era el Cristo que el pueblo estaba esperando. Pero los judíos no se conformaron con esa respuesta porque querían ponerle un título, un cargo, una posición.. entonces le preguntaron: ¿Eres tú Elías? Juan respondió: No soy. ¿Eres tú el profeta? Y Juan volvió a responder: No. Le dijeron: ¿Pues quien eres?.. ¿Qué dices de ti mismo? Dijo: Yo soy la voz de uno que clama en el desierto. Enderezad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.
A los sacerdotes y levitas que habían ido a hablar con Juan no les gustó esa respuesta, y le dijeron que por qué estaba bautizando si él no era el Cristo, ni Elías ni el profeta.
La misión de Juan el Bautista no era tener un título sino preparar el camino para que Jesús fuera levantado y las personas fueran atraídas a Él. Una voz sin nombre dispuesta a clamar en el lugar de mayor incomodidad: el desierto.
Creo que la generación que Dios está levantando hoy en día es una generación con el mismo corazón que Juan el Bautista, una generación que no se interesa por títulos ni posiciones, sino por ser la voz que clama en sus ciudades, en sus lugares de trabajo, en las calles y plazas.. una generación anónima pero con una voz que no se calla llena del poder del Espíritu Santo.
No podremos ver el reino de Jesús establecido en nuestros países si esperamos a que el evangelista conocido venga a un estadio a predicar.. no se trata de un hombre predicando en un estadio sino de una iglesia que clama en las calles, de cada uno de nosotros siendo voces y luz que alumbra nuestro alrededor.
Amen! We have to be the ones to shine in the dark places. Que Dios nos dé la convicción de proclamar su nombre sin vergüenza.