Hace unos días recibí un correo electrónico de una amiga periodista que ha trabajado para importantes periódicos y ahora es asesora de comunicación de una institución de bastante prestigio en España. Quiero transcribir su correo electrónico porque refleja muy bien lo que significa predicar la cruz en cualquier situación y en nuestro día a día:
Esta mañana fui a la parada de autobus para buscar a una chica estudiante y llevarla a Madrid, para poder usar el carril VAO y llegar a Madrid más rápido. Comenzamos a hablar. Le dije que la razón por la que iba a Madrid en coche es porque me robaron el abono de transporte. Ella me dijo que la razón por la que ya no tenía coche es porque había tenido un accidente de coche hacía pocos meses. Me dio algunos detalles de su accidente y entonces le pregunte: «Supongo que pensaste sobre la eternidad en esos momentos, ¿no?». «Sí, mucho», me respondió. Le pregunté si sabía dónde pasaría la eternidad. Le hablé acerca de que cuando muramos estaremos cara a cara frente a Dios y que la única manera de entrar al cielo era a través del arrepentimiento de pecados y poniendo nuestra fe en Cristo y lo que Él hizo por nosotros en la cruz. Ella me dijo: «Sí, err.. fui a un colegio del Opus Dei..» Entonces yo le respondí: «Muchas veces en el colegio o en la iglesia nos explican que para entrar en el cielo basta con hacer buenas obras, pero la Biblia no dice eso … » y le expliqué como entregar nuestra vida a Cristo en arrepentimiento y fe es lo único que nos salva.
– «Pero … si hacemos buenas obras, eso nos da más papeletas para entrar en el cielo, ¿no?».
– «Errr. No!!»
El correo electrónico de mi amiga describe muy bien la situación más típica de España, dónde la mayoría de personas piensan que entrarán al cielo porque son buenas.. y ella le explicó que solo Cristo es quien nos perdona los pecados cuando nos arrepentimos de corazón y ponemos nuestra fe en Él. Pero lo que realmente me sorprendió es que podamos predicar la cruz en las situaciones más comunes de nuestro día a día, en su caso, mientras iba a su trabajo.
«Id y predicad el evangelio» se trata de nuestro día a día, de los momentos más normales y cotidianos y no esperar a estudiar cuatro años de teología antes de poder compartir nuestra fe. En los evangelios veíamos como personas compartían su fe minutos después de tener un encuentro con Cristo (la mujer samaritana).
Os animo a utilizar los momentos más normales para predicar la cruz a otra persona. Entonces nuestras calles y plazas se llenarán de voces que claman, a tiempo, y fuera de tiempo.
No te pido que cambies de postura, pero plantéate mi punto de vista de cristiano católico:
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Pregunta del millón:
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Tu predicas la salvación de Cristo a uno de la calle: y esa persona acepta a Cristo en su corazón, con sinceridad.
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Entonces esa persona ya es salva, no tiene por qué volver a la Iglesia (obra 1), no tiene por qué volver a orar nunca más (obra 2), no tiene por qué volver a leer nunca más la Biblia (obra 3), ni que te digo que no da nunca un céntimo a un pobre (obra 4), etc.
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«…17 Lo mismo pasa con la fe: si no va acompañada de las obras, está completamente muerta…» Santiago 2, 17
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«…2 Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque TUVIERA TODA LA FE, una fe capaz de trasladar montañas, SI NO TENGO AMOR, NO SOY NADA…» 1Corintios 13, 2
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Te salva Cristo muerto y resucitado.
Por la fe en Cristo recibes la gracia de Dios.
Por la gracia de Dios vives la vida cristiana realizando obras.
En el juicio se te juzgará por lo que hagas en esta vida (al que mucho se le da mucho se le exige -confrontar Lucas 12, 48-, va en función de lo que hayas recibido en vida)
Pero sin Cristo no podemos hacer nada, somos un cero a la izquierda: «…5 Yo soy la vi,d, ustedes los sarmientos El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer…» Juan 15, 5
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