¿Puedo hacerlo yo solo?

Nunca olvidaré mi conversación con Jóse, un madrileño de 40 años. Por varios minutos conversamos sobre la eternidad y sobre el cristianismo. En su mirada se notaba que estaba enfadado y no paraba de decirme que todo era mentira. Cuando por fin comencé a confrontarlo sobre la realidad del pecado, parecía que por fin entendía que no había nadie bueno delante de Dios y que si eramos honestos con nosotros mismos, absolutamente todos eramos culpables. Confesó que aunque no creía en nada, sí que era culpable de quebrantar los mandamientos de Dios. En el momento que comencé a hablarle sobre cómo ser libres de la esclavitud de nuestro pecado, sus ojos volvieron a encenderse con ira e incredulidad. Me dijo: «Nadie nos puede hacer libres, solo nosotros mismos tenemos ese poder».

Si soy honesto me encantaría pensar que los seres humanos tenemos el poder para liberarnos del pecado por nosotros mismos. Sería fantástico tomar un día la decisión de nunca volver a mentir y conseguirlo. Como si se tratara de apuntarse a clases de inglés, pensamos que nosotros tenemos la fuerza y capacidad para dejar de robar, dejar de cometer adulterio, amar a nuestros enemigos o morir a nuestro orgullo. Pero eso nunca ha estado más lejos de la realidad. No hay nada dentro de nosotros que nos pueda hacer libres de nuestro pecado. Jesucristo mismo dijo que el que peca es esclavo de su pecado ¿Cómo puede un esclavo romper sus propias cadenas?

He hablado con decenas de hombres infieles. Casi todos me han asegurado que saben que están haciendo un daño terrible a su familia, pero al mismo tiempo confiesan frustrados que se sienten atados de pies a cabeza a su infidelidad. El pecado es más fuerte que ellos. Recuerdo mis días de adolescente cuando trataba a mis padres con desprecio, y aunque sabía que estaba haciendo algo malo, la ira era algo más fuerte que yo. No tenía control de mi mismo.

¿Cuántos maltratadores, violadores, ladrones, asesinos, envidiosos… (y la lista sigue y sigue..) no quisieran un día despertarse y tener control sobre si mismos y nunca más volver a cometer ninguna de las atrocidades que cometieron en su pasado? Tengo claro que nuestra incapacidad de vencer al pecado no nos justifica de haberlo cometido. Somos culpables delante de Dios. Por años hemos amado nuestro pecado pensando que podíamos controlarlo y de repente nos damos cuenta que ocurre todo lo contrario y que es el pecado el que nos controla a nosotros.

Le pregunté a Jóse (el madrileño) que si él estaba tan seguro de que él tiene la fuerza para liberarse de su propio pecado, entonces si a partir de ese momento sería capaz de nunca volver a mentir o a tener un pensamiento de lujuria. No supo que contestar.

Pregunta: ¿Hasta cuándo nos daremos cuenta de que necesitamos desesperadamente un Salvador?

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